jueves, 18 de marzo de 2010

El mundo...

El mundo es como el agua salada, que cuanto más bebe de ella el hombre más le aumenta la sed.
(...)
Es como los sueños que alegran a uno cuando duerme y cuando despierta se acabó el placer y queda como antes.
Es como el relámpago que alumbra un instante y váse luego y deja al que lo contempla en las tinieblas.
Es como el gusano de seda, que cuanto más teje sobre sí, más se deja la vida.
(...)
Pensé en los placeres de este mundo a los que el alma es aficionada y dije:
No debe el hombre tener por dulce un poco de dulzura que trae gran amargura.
-·o0o·-
Lidian con el sus cuatro enemigos:
la cólera, la sangre, la flema y la melancolía
que son víboras de mordedura mortal.
-·o0o·-
Así es que parece que las cosas verdaderas habían sido distribuidas y amanecieron perdidas.
parece que el bien amaneció perdido y el mal fresco.
parece que la mala ventura amaneció riendo y la buena llorando.
Parece que la justicia amaneció por los suelos y la injusticia ensalzándose.
Parece que el saber amaneció soterrado y la necedad esparcida.
Parece que el amor amaneció caído y la malquerencia avivada.
Parece que la honra es robada a los buenos y dada a sabiendas a los malos.
Parece que la traición amaneció despierta y la lealtad dormida.
Parece que la mentiera nació fructuosa y la verdad seca.
Parece que la franqueza amaneció entregada y la escasez mejorándose.
Parece que la verdad va tropezando y la falsedad retozando.
Parece que amaneció menospreciar el juicio y seguir los caprichos.
Parece que amaneció el tuerto y el que hizo el mal, retrasándose en enmendarse.
Parece que la codicia amaneció tragando de todas partes y la gracia desconocida.
parece que los males amanecieron pujando hacia el cielo y los bienes descendieron a los infiernos.
Amaneció la grandeza derribada de lo más alto a lo más hondo.
Amaneció la menudez honrada y amaneció el poder cambiado de días virtuosos a viciosos.
(...)
Busqué un ejemplo y comparación para ello y vi que en esto se asemejan a un hombre que cayó a un pozo lleno de miedo. Se colgó de él, se agarró a dos ramas que nacían al borde el pozo y puso los pies en dos cosas en las que se afirmó, que eran cuatro culebras que sacaban sus cabezas de sus cuevas. Mirando al fondo del pozo vio a una serpiente con la boca abierta para tragarle cuando cayese. Levantó la vista hacia las dos ramas y vio que había dos ratones en las raíces, uno blanco y otro negro, royéndolas sin parar. Pensando en su hacienda y buscando la forma de escaparse, miró hacia abajo y vió una colmena llena de abejas en la que había un poco de miel. Comenzó a comer de ella, y comiendo, se olvidó de pensar en el peligro en que se hallaba, se olvidó de que tenía los pies sobre unas culebras sin saber cuándo le atacarían. No se acordó de que los dos ratones no paraban de cortar las ramas y de que cuando las hubieran tajado caería en la garganta de las serpientes. Estando así, descuidado y negligente, acabaron los ratones de roer las ramas, cayó en la garganta del dragón y pereció.
Hice yo semejanza entre el pozo y este mundo que está lleno de peligros y de miedos, entre las cuatro culebras y los cuatro humores que sostienen al hombre, de forma que cuando se le muere uno de ellos, es como el veneno de las víboras o un tóxico mortal. Establecí un semejanza entre las dos ramas y la vida quebradiza de este mundo, entro los ratones blanco y negro con la noche y el día, que nunca dejan de gastar la vida del hombre. Entre la miel y el escaso placer que el hombre obtiene en este mundo por ver, oir, sentir, gustar y oler, haciéndole descuidarse de si mismo y de su hacienda, haciéndole olvidar aquello a lo que tiene que dedicarse y abandonar el camino por el que se ha de salvar. Volvió mi espíritu a querer ser religioso y a enmendar mis obras cuanto pudiese, para ganar para mi anchura sin límites en la casa de Dios, donde llegan los que mueren y no les ocurren más tribulaciones.
(...)
Perserveré en este estado y me volví de las tierras de la India a mi tierra despues de traducir este libro. Pensé que tendría algún mensaje para quien lo entendiese y rogué a Dios para que los que lo oyeran entendieses sus sentencias y el meollo que yace en ellas.
(Capítulo II: La historia de Bersehuey, el filósofo)

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