En 852, ataviado con una especie de hábito amplio, saltó desde el alminar de
Aprendiendo de errores pasados, Ibn Firnas, que ya rondaba los 70 años, perfeccionó su artilugio de vuelo, incorporándole unas grandes alas hechas de seda y de plumas de águila. El segundo intento lo realizó a las afueras de Córdoba desde una colina y ante un buen número de personas. Y voló. Con su traje de pájaro ascendió hasta una altura considerable e incluso dicen que se mantuvo durante diez minutos en el aire antes de precipitarse en picado al suelo, sufriendo lesiones más graves en esta ocasión.
Entendió entonces Ibn Firnas, quizá demasiado tarde, la función de la cola de los pájaros, sobre la que se apoyan al aterrizar.Sin embargo, no llegó a poner en práctica su descubrimiento, ya que anciano y convaleciente de sus heridas, desistió de hacer un tercer intento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario