viernes, 2 de abril de 2010

El jardín andalusí. LOS HUERTOS, I

HUERTO
El geópono almeriense Ibn Luyun (s. XIV), fue el autor de una célebre obra llamada Kitab al-filaha (‘Libro de Agricultura’), que escribió en verso con el fin de que pudiera memorizarse fácilmente. En ella ha dejado unos apuntes de la morfología de este jardín. Según describía, los macizos de plantas, generalmente aromáticas, estaban situados junto a la alberca. Un poco más lejos se emplazaban los macizos florales y los árboles de hoja perenne. Ya rodeando el predio, una cerca de viñas, higueras y otros árboles semejantes marcaba las lindes, mientras que los paseos se cubrían con parras, a modo de pérgolas. Uno de estos paseos delimitaría el jardín de flores y plantas aromáticas, mientras que a cierta distancia de las viñas se situaría la tierra de labor. Los grandes frutales se plantaban en la parte Norte para proteger el jardín del viento. Entre los frutales que estuvieron omnipresentes en esos jardines-huertos figuraron las palmeras datileras, como una reminiscencia del desierto arábigo, cuna del mundo islámico. También, los granados, que se trajeron a través de Siria, así como los melocotoneros, limoneros, cerezos, membrilleros y naranjos amargos. Además, figuraban higueras, olivos, vides y manzanos, milenariamente implantados en la Península Ibérica.

Entre la espesura de los frutales abundaban los cultivos de melones y sandías, las berenjenas, espinacas y habas, además de alcachofas, zanahorias y lechugas, entre otros muchos productos hortícolas que se cultivaban gracias a la abundante agua que suministraban las acequias. Las acequias (del árabe al-saqiya) fueron las principales conducciones empleadas por los musulmanes para la distribución del agua, tanto en grandes predios como en pequeños jardines. Este sistema de riego por canales, mayores y menores, ya se utilizaba en la antigua Babilonia (siglo VII a.C.) para regar los jardines colgantes, o pensiles, con las aguas del Éufrates, y se extendió al imperio Persa en ciudades como Persépolis. Las norias (del árabe na´ura) de corriente o fluviales, de origen oriental, ya habían sido utilizadas por los romanos en la Península, esencialmente en la Bética, para la extracción del agua de río o corriente de cierto caudal. El agua se recogía por medio de unos recipientes —arcaduces o cangilones—, instalados en la propia rueda que la corriente accionaba. Cuando el giro alcanzaba su máxima altura, los recipientes vertían el agua en un canal, desde el que se distribuía a las acequias de los huertos y jardines, a las albercas y a las canalizaciones urbanas. La función esencial de la alberca (del árabe al-birka) era servir como depósito de agua, para distribuirla posteriormente por las acequias. Su funcionalidad se combinó con el característico sentido de la estética de los hispano musulmanes, constituyéndose en un elemento más del jardín y la arquitectura. Los principales patios y jardines del mundo islámico contaron con grandes albercas, como sucede en el Patio de los Arrayanes de la Alhambra de Granada (siglo XIV).

En la tradición islámica, el agua se considera un don divino que no es propiedad de los seres humanos. Éstos son solamente sus depositarios; por ello tienen la obligación de repartirla con equidad entre quienes la necesitan. Este concepto sirvió de base para establecer en Al Ándalus un perfecto sistema de regadío. El agua, remansada en los azudes de los ríos, se distribuía por riguroso turno a través de las acequias y brazales a cada predio, según su superficie y el volumen del caudal que repartieran.En torno a este sistema surgió desde el siglo X una serie de funcionarios encargados de velar por el reparto justo y ordenado: el wikalat al-saqiya, o «gobierno de la acequia». Según el insigne arabista francés Levi-Provençal, esta institución fue el antecedente del Tribunal de las Aguas valenciano.

El agrónomo Ibn Luyun incluye la descripción de un bustan ideal, de una finca de recreo ante todo, que perfectamente podemos asociar al esquema clásico de una almunia, lo que nos aclara que ambos espacios, aunque designados con voces distintas, revelan un mismo sentido utilitario. A grandes rasgos, podemos decir que bustan responde a la actual concepción etimológica y física de huerto o huerto-jardín, mientras que yanna representa las huertas donde cultivar legumbres y árboles frutales.

EXTRACTO DE: source

No hay comentarios: